Hay miradas que pasamos por alto, pero que cuando las notamos nos dejan en blanco, nos erizan la piel, nos calman si nos ven, miradas que desconocen los efectos que producen, que te susurran pensamientos y te alargan sonrisas. Hay veces que ignoramos ciertas cosas y seguimos de largo, hasta que nos rozan la mano y nos sacan de nuestro letargo, hasta que nos dan un abrazo y descubres que te pueden derrumbar y componer en un segundo. Existen momentos que son tan chiquitos y pasan tan rápido que no los notas, pero que después, acostado en tu cama, cuando la oscuridad se asienta, los reproduces en tu cabeza y deseas haber prestado más atención a los detalles.
Al calor, a la comisura de sus labios, al color de sus ojos, a la claridad de su mirada, al roce de su mano...
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